Comentario
Florencia fue el centro artístico en el que se codificaron los principios de la nueva arquitectura. Si la obra de Brunelleschi había supuesto un cambio radical con respecto a la concepción espacial del gótico, también vimos que había sabido integrar en el nuevo lenguaje elementos de la tradición. La influencia de la arquitectura de Brunelleschi se dejó sentir en otros arquitectos y así, por ejemplo, el interior de la iglesia de Santa María delle Carceri, en Prato, de Giuliano da Sangallo, puede recordar obras de Brunelleschi por el uso que se hace del color en arquitectura. El peso de la tradición se dejó sentir en ocasiones con mucha fuerza: es el caso de la librería hecha por Michelozzo (1396-1472) en el convento de San Marcos de Florencia. Cosme de Médicis el Viejo había encargado la obra del convento a Michelozzo y éste buscó en la sencillez arquitectónica la expresión de la austera vida de los religiosos que lo iban a habitar. En la biblioteca, de 1444, utilizó una tipología de iglesia de planta basilical, pues se trata de un espacio de tres naves, separadas por arcos y columnas. La arquitectura del convento resulta un marco perfecto para las obras de Fra Angélico, que se guardan en sus muros, pues en ambos casos se da ese conservadurismo que de ningún modo implica el desconocimiento de los principios de composición del nuevo arte.
El teórico por excelencia de la nueva arquitectura fue León Battista Alberti (1404-1472). Encarnó al nuevo artista, científico y erudito, que culminará con Leonardo. Sus escritos fueron tan importantes como los edificios que proyectó y, además, tuvieron una mayor difusión. Referidos concretamente a las artes escribió "De pictura", "De statua", "De re aedificatoria" y una descripción de la ciudad de Roma. En "De re aedificatoria" tomó de Vitrubio, entre otras cuestiones, la idea de la proporción como fuente de belleza y la analogía entre la figura humana y la arquitectura. El texto de Vitrubio, "De architectura libri decem", escrito en tiempos de Augusto, no había dejado de ser conocido a lo largo de la Edad Media, pero va a ser en el Renacimiento cuando se convierta en fuente de autoridad. La primera edición fue la de Giovanni Sulpicio da Veroli, en Roma, en 1486. El hecho de que el texto de Vitrubio resultara muy difícil de interpretar, además de no conservarse las ilustraciones, hizo de él un referente siempre citado, peto no siempre bien conocido. No fue ese el caso de Alberti, que incluso comprobó lo que las fuentes decían, mediante el análisis de las ruinas.
Para Alberti la belleza en arquitectura será fruto de una serie de reglas objetivas, y ese carácter científico del arte será determinante en la nueva valoración del artista. La belleza es, según sus propias palabras, "una armonía de todas las partes en cualquiera que sea el objeto en que aparezca, ajustadas de tal manera y en proporción y conexión tales que nada pueda ser añadido separado o modificado más que para empeorar". Esa correspondencia de las partes entre sí y con el todo, del que nada se puede añadir ni quitar sin romper la armonía, es la belleza. La armonía del organismo arquitectónico es lo que llama concinnitas y es reflejo de una armonía superior referida tanto a la sociedad como a una armonía cósmica.